*Nombre: Isaro Narabul
*Edad: 145 años
*Descripción física: Su cabello es morado claro con algunos mechones más oscuros, suele tenerlo un poco desordenado. La mirada violácea que tiene es amable y sincera, al igual que su sonrisa que desvela la tristeza que alberga en su interior. Las orejas le acaban en punta, que es lo que más puede destacar de él además de su color de pelo. Su cuerpo es delgado y elegante, para la mayoría de personas puede parecer frágil o delicado, pero a pesar de esa apariencia es capaz de resistir mucho además de que sigue teniendo la fuerza de un demonio. Tiene unas extrañas marcas que rodean ambos tobillos, que suele taparlas con lo que puede.
Cuando se transforma se vuelve un tigre gigante y feroz de color morado oscuro con rayas negras cruzando su cuerpo, los ojos le cambian a color azul cielo y se vuelven más felinos. Además le aparecen unos grandes colmillos superiores que le aportan la agresividad que en su otro cuerpo no impone.
- Transformado y sin transformar:
*Descripción psicológica: Es una persona bastante tímida e insegura, siempre está disculpándose por todo lo que hace y agradeciendo lo que los demás hacen por él. Cuando lo conoces mejor, descubres a una persona cálida y amable que siempre intenta hacer lo mejor. Es muy paciente y difícil de enojar, pero cuando su serenidad y calma son destrozadas atente a las consecuencias.
Sonríe con facilidad, pues cualquier cosa lo hace feliz. Nunca espera nada a cambio. Isaro también es algo cabezota y sincero, siendo unas de sus mejores facultades. Por desgracia es muy sensiblero y tiende a llorar con facilidad, aunque casi nunca por él mismo… más bien por lo que los demás sufren cerca suya.
*Historia: Nacido en Zéndikar, un reino más allá del horizonte, donde el mar es el mejor sustento para sobrevivir, vivió Isaro. No recuerda a sus padres o a algún tipo de familia que no fuera el sobrino del rey. En ese lugar apartado de la mayoría de culturas, los cazadores de demonios habitaba por todos lados y usaban a los demonios que conseguían coger de muy pequeños para usarlos a su antojo… es decir, los convertían en esclavos de la sociedad.
La mayoría de la gente los veía como simples humanos esclavos, pues solo los altos cargos y los cazadores sabían lo que eran realmente despreciándolos más que cualquier otra persona. Su dueño, el sobrino del rey, lo estuvo torturando tanto física como psicológicamente desde que no era más que un crío. Isaro estaba acostumbrado a todo aquello, aterrado de que se enfadaran con él vivía cada día obedeciendo las órdenes que le daba su señor, que siempre le recordaba que no podía escapar y que si lo intentaba llamaría a los cazadores para que acabaran lo que empezaron.
Daba igual cuantas heridas fueran hechas en su cuerpo, todas se curaban excepto las creadas con aquellos grilletes de tal extraño metal que no solo le era imposible de romper, sino que le abrasaba como si fuera fuego cuando a los humanos no les ocurría nada al tocarlo. Al parecer era algún tipo de arma para mantenerlo sujeto. El rey murió pronto y su hermano subió al poder… los años se sucedían y la monotonía ya se había instaurado en la mente de Isaro, el tiempo pasaba más rápido para los humanos, finalmente su dueño llegó al poder. Aunque eso no le interesaba a un esclavo como Isaro, pues su papel era el mismo que antes: divertir, entretener y obedecer.
Más rápido de lo que él creyó su amo, quién lo había estado torturando por más de 70 años falleció, dejándolo como regalo a su hijo que era tan cruel como el anterior dueño. No le cambió mucho la situación por el traslado, tan solo era menos veces castigado y cuando su dueño estaba feliz, mejor alimentado. Otros treinta años pasaron antes de que este humano falleciera. Isaro ya pensó que otro nuevo vendría para hacerlo su esclavo, pero no fue así, en su lecho de muerte el rey liberó a todos los demonios que habían sido obedientes toda su vida. Nadie estaba desacuerdo con esa decisión, pero ninguna persona se atrevía a contradecirlo sobretodo teniendo a tantos demonios que defenderían a su señor hasta la muerte. Los más disgustados fueron los cazadores que aceptaron con la única condición de que tenían que salir del reino y nunca regresar.
Sin grilletes, patria o dinero, Isaro vagó por las tierras cercanas haciendo lo único que se le daba bien además de las luchas contra otros esclavos, bailar. Se buscó un grupo ambulante con el que viajar y rehacer su vida desde cero intentando aprender qué era lo que le gustaba y lo que no, cómo funcionaba el mundo en realidad y cuántas personas eran amables con él sin saber nada sobre su pasado. En el grupo ambulante hizo una gran amiga que bailaba con él en las actuaciones y un pequeño amigo que tocaba la música, cantaba y hacía todas las cosas que los demás no querían, como era cocinar o curar a los que se herían en sus actuaciones. Estos dos eran Silya y Edahi.
Fueron tres los años que disfrutó con esta compañía, él nunca les dijo sobre su identidad, aunque ellos tampoco preguntaron ni informaron de la propia. Poco a poco el grupo ambulante se empezó a dirigir a Zéndikar, por lo que Isaro prefirió dejarlos. Lo que no se esperaba es que Silya y Edahi decidieran irse con él, los tres juntos escogieron cruzar el mar y cambiar de continente para llegar a aguas más tranquilas que son las actuales. Poco más de un año después Mitzrael apareció en su mundo y tras una sola noche, supo cómo amenazarlo para que se marchara con él y dejara a sus únicos dos amigos. Mitzrael, al igual que Silya y Edahi, sabía parcialmente de su pasado y averiguó que si Isaro volvía a su lugar de nacimiento o avisando a un cazador, sería asesinado o convertido de nuevo a la esclavitud.
Esto fue suficiente para que el sumiso de Isaro aceptara seguirlo. No fue hasta una semana más tarde que volvió a ver a Silya, aunque esta vez en su verdadera forma. Aquello lo dejó bastante sorprendido, más por que no lo hubiera descubierto en todo el tiempo que estuvieron juntos que en que matara a los compañeros que acababa de conocer. Esa vez fue la última vez que vio a Silya, y aunque ensangrentada la mirada de tristeza en el rostro de su amiga se quedó grabada en él hasta el día de hoy.
Los años pasaron, las torturas de Mitzrael eran peores que cualquier otra que hubiera tenido anteriormente, él conocía el límite físico de un demonio por lo que siempre rozaba la línea… y cuando se pasaba lo único que tenía que hacer era curar un poco o entregar algo de oscuridad para sanarlo antes de que se muriera. Isaro nunca supo si lo que tenía Mitzrael con él era odio o la simple relación amo-esclavo que había tenido anteriormente. Solo tenía que aguantarlo, no era tan difícil soportar algo así cuando solo cuatro años de tu vida habían sido en plena libertad… al fin y al cabo un esclavo siempre será visto como un esclavo…¿No?
*Gustos:
+Dulces
+Noches
+Bailar
+Canciones
+Visitar nuevos lugares
+Que las personas a su alrededor sean felices
*Disgustos:
+La comida salada
*Poderes:
(Todavía no los tengo decididos)
*Extra:
-Siempre que alguien levanta una mano para acariciarle o tocarle cierra fuertemente los ojos creyendo que lo van a golpear.
-Tiene miedo a los rayos, por que la mayoría de las veces Mitzrael lo torturaba así.
-No tiene dificultad en hablar de su pasado como tal, pues aunque no está orgulloso de él, no le ve nada por lo que no se deba contar.
*Color de roleo:
3f2380