La Mazmorra Gris
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Rol, Aventuras, Magia, Batallas, Romance, Fantasía, Rol


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Isla Tortuga, Haití, 1611 D.C.

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1Isla Tortuga, Haití, 1611 D.C. Empty Isla Tortuga, Haití, 1611 D.C. Miér Ago 12, 2015 1:10 pm

Kuvuka

Kuvuka


El mar, de nuevo en calma. Una calma que precede a la tormenta. Desde cubierta podía notar el sol brillante en el horizonte, calentando el aire y despertando a las aves.  La tripulación estaba agitada pues por fin teniamos acción despues de un par de días navegando.
Por fin, esa mañana, la capitana Kath nos despertó a gritos. ¡Teniamos rumbo! Los vítores recorrieron los camarotes de la tripulación y los animos volvieron a levantar sus cansados cuerpos. El movimiento volvió a surgir en el navio.
Hacía tiempo que nos habíamos acostumbrado al Sirenis aunque había pasado ya tiempo de aquella batalla. Miré a la pequeña Lily siguiendo a su tía y a Kath llevando el timón mientras el timonel se despertaba lo suficiente para poder manejarlo.
Antes de llegar a nuestro destino, Kath se enderezó, separandose del mastil donde estaba apoyada hasta hacía un momento. Era hora de sumergirnos. Ya nadie reaccionaba a aquello, aunque la primera vez más de uno casi se muere del susto. Sonreí al recordarlo y me puse en mi puesto. Bajo la superficie, el agua no tocaba nuestra cubierta. Los peces se apartaban nerviosos a nuestro paso y la luz del sol se distorsionaba con el movimiento de las olas. Maia entrenaba bajo la atenta mirada de Lily, que esperaba entusiasmada su turno de mostrar nuevas habilidades. Kath, en cambio, se mantenía separada del grupo. Fui hasta ella y le aparté el pelo de la cara. Me miró y buscó a su hija con la mirada.
-Solo te ví distraida -
Suspiró y se fue a actuar de capitana, guiando nuestro camino. Desde donde estaba pude ver los cascos de los barcos que pasabamos por debajo, aunque no tardaríamos en salir a la superficie, pues aunque eramos casi intocables bajo el agua, la isla de Tortuga se mantenía en la superficie.
Viramos para escondernos de los ingleses que vigilaban las orillas y entramos por una cala menos vigilada. Tras desembarcar un grupo, el barco volvió a desaparecer. Si nos encontraban, lo mejor sería que no supieran como habíamos llegado. Sin ninguna indicación, todos sabíamos donde íbamos: La hija del capitán, la última guarida pirata.
Nadie debía vernos, nadie podía alertar. Todos aquellos que se atrevieron a interponerse perdieron la oportunidad de huir al sobrevalorar sus habilidades y burlarse de las chicas. Kath y Maia aún seguían reglar diferentes, pero ambas mataban sin piedad, una por diversión, la otra por proteger, pero de ambas espadas caían gotas de sangre aún caliente de los idiotas que intentaron pararlas.
Maia abrió rápidamente la puerta de la taberna y en un momento todos desaparecimos de la vista en su interior. La pequeña Lily parecía divertirse sin enterarse de lo que ocurría mientras su madre se abría paso bruscamente en dirección a la barra, apartando a los que le tapaban el camino. Miré a ambas mujeres, siguiendolas cuidando que nadie tocase a Lily, o lo siguiente que rodaria por el suelo sería mi cabeza, pues no solo la capitana era agresiva con ese tema. Me costó un poco llegar a la barra pero por fin conseguí alcanzarlas. Allí empezamos a ocupar poco a poco la zona. Senté a Lily al lado de Mai, mientras la pequeña le enseñaba orgullosa la bolsita de dinero que le había cogido a uno de los borrachos del camino. Una pequeña sonrisa asomó en el rostro de Maia, que parecía solo tener gestos amables para ella, y con una leve señal de aprobación consiguió que Lily se riese y viniera a contármelo. Mientras fingía hacerle caso, me fijé en que Kath se subía a la barra de un salto y se ponía de pie sobre esta. Ya no sonreía, nunca, al menos que la vieramos. Había cambiado, todos habiamos cambiado en esos seis años y más aún con lo ocurrido en Tortuga. Pero esa noche todo se acababa. Uno de nuestros "queridos" parroquianos cometió el error de gritarle obscenidades a la capitana, que lo miró con asco. No hizo falta mas que un gesto para que Maia adelantase un par de pasos, lo justo para que su arma lo atravesase de lado a lado, los que se habían adelantado a por él volvieron a su sitio. Después retorció para sacar y se sentó de nuevo junto a mi y a Lily, que aplaudía a la tia Maia por espantar a los monstruos. Mi mirada se cruzó con la de Kath, en donde pude ver de nuevo tristeza, como siempre, desde hacía años. Pero yo ya no sabía que más hacer... ahora que por fin volvía a estar con todos, lo mejor era no presionarla, de modo que solo le sonreí, anímandola a que hablase. -¡Esta situación es ultrajante! -
Exclamó, alzando la voz sobre los ruidos propios de una taberna, llamando la atención de los que aún no se habían dado cuenta de su presencia
-Cómo puede ser, ¡que nosotros! ¡¡piratas!! ¡las personas más temidas antaño en la armada! Estemos recluidas en este lugar como sucias ratas! Presumimos orgullosos de nuestra bandera, de nuestras velas, de nuestros barcos, pero nos escondemos en el fondo de una apestosa taberna cuando más deberiamos levar anclar y volver a surcar los mares -
Muchos alzaron la vista de sus jarras para mirarla
-pero no, es más fácil murmurar el odio que le tenemos a los que hasta ahora nunca se habían atrevido a coaccionarnos. Nuestros hermanos de batallas ahora reposan en el fondo del mar, lanzados al amparo de Davy Jones por un grupo de perros sarnosos. ¿Acaso ellos, con sus trajes rojos totalmente impolutos, son más fieros que nosotros? ¡¡SOMOS PIRATAS!! A nuestras espaldas cargamos con cientos ¡MILES! de cuerpos sin vida de aquellos que osaron cruzarse en nuestro camino! Alzemos las banderas traigamos la muerte de nuevo a este mar, la memoria de todos nuestros tripulantes sigue viva! Solo hay tres liquidos que ansiemos, el mar para navegar! el ron para calmar nuestros males y ¡la sangre de nuestros enemigos! -
Exclamó finalmente, alzando su espada, logrando con ello que el furor de los demás, que poco a poco había llenado sus corazones extallase, haciendolos levantarse y rugir como hacia tiempo que no había visto en aquel lugar dejado de la mano de dios. Miré a Kath, que por más que compartía el sentimiento con todos, no parecía entusiasmada. Bajó de un salto de la barra y se tomó un trago de su jarra.

Los gritos alarmaron a invitados no bienvenidos, que entraron en la taberna como furias, acercandose a quien había causado tanto escándalo, facilmente localizable por el espacio que había a su alrededor. Cogió a Katherine por el cuello de su ropa y la levantó delante suyo, aunque no consiguió despegarla del suelo. Preguntó en un tono irrespetuoso si acaso no habían dejado claro que nada de reuniones. Varios de los que había allí se sentaron de nuevo, parecían controlados por las palabras de aquel hombre.
-No deberias tocar así a una dama -
Dije con calma, viendo como Kath le mantenía la mirada con fiereza
-Podría salirte el tiro por la culata -
Le advertí, aunque prefirió no hacerme caso. Suspiré cuando la espada de Maia cortó la muñeca del hombre como si se tratase de un muñeco.
El dolor tardó en llevar a su cerebro, pero para entonces, otras tres espadas atravesaban su estómago. La de Maia, la de Kath y la mia.  Un grito de dolor y lamento en aquella alma perdida alertó al resto de su batallón, pero la capitana ya contaba con ello. Hora de irse.
-¡Piratas! -
Gritó Kath, cogiendo a Lily y dandomela
-¡Preparaos para la batalla! ¡Destruyamos estas cadenas y abrámonos paso a la libertad! -
La puerta se abrió. El pobre inglés que lo hizo solo se vió venir encima una jauría de perros de agua furiosos y listos para morir por su bien más preciado. Volvimos hacía nuestro barco, llevandonos a todos los que ansiaban el mar tras nuestros pasos.

Autoras: Capitanas Adamaris y Kairiki

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